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Coaching Ontológico: Bases para una nueva epistemología
Posted on 19 May 2012

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Sacando apenas la naricita del agua, atraído por ese curioso revoloteo que alcanzaba a adivinar en el límite del mundo, pudo observar como una mariposa multicolor aterrizaba en su morro.
 “¿Qué tipo de pez eres tu?” – preguntó curiosa la mariposa 
 “mmmm…No se” respondió titubeando. “Creo que soy un pez-payaso” 
 “Ah!… y…pez-payaso, ¿está fría el agua?”
Despues de un largo silencio el pequeño pez balbuceo – “…¿Qué es “el agua”?…”.

S.C.

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Los seres humanos nos diferenciamos fundamentalmente de los otros animales con los que compartimos el planeta tierra en nuestro modo de vivir. Este modo particular gira entorno al lenguaje. Bien es cierto que otras especies que pueblan el planeta tienen lenguaje, si por ello entendemos que operan entre individuos en coordinaciones de coordinaciones de acciones (*). Los ejemplos son múltiples: ballenas, delfines, hormigas, abejas, etc. a través de sonidos, movimientos, olores coordinan acciones entre ellos y, a veces, coordinan sus coordinaciones. Por tanto el uso de un lenguaje no nos diferencia de ellos. La particularidad que sí nos diferencia de ellos, a la vez que nos constituye, es nuestro “existir en el lenguaje”. Eso es, los seres humanos vivimos permanentemente inmersos en coordinaciones de coordinaciones de acciones consensuales (Ver Maturana y Varela 1984).


¿Qué implica eso en la práctica de nuestra vida cotidiana?

Bueno la respuesta es fácil y difícil al mismo tiempo ya que, como nos constituimos como humanos en nuestro existir en el lenguaje, resulta difícil analizar el fenómeno puesto que vivimos dentro de él. Nacimos en el lenguaje, aprendimos nuestro modo de vida operando en él y no necesariamente somos conscientes de lo que hacemos en él, y cómo ese particular operar de cada uno de nosotros impacta de modo determinante en nuestras vidas, definiendo nuestras alegrías y tristezas, en nuestro bienestar o sufrimiento, en nuestros logros y fracasos

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“Lo que turba a los hombres no son las cosas, sino las opiniones que de ellas se hacen (…) Por lo que, cuando estamos contrariados, turbados o tristes, no acusemos a los otros sino a nosotros mismos, es decir, a nuestras opiniones.”


 Epicteto S. II d.C.

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A través del lenguaje explicamos e interpretamos el mundo que nos rodea, otorgando sentido a todo lo que percibimos. Por tanto, el significado de las cosas no está en las cosas, sino que, al conferírselo nosotros operando como observadores, de alguna manera, creamos literalmente el mundo en el que vivimos. Ese modo de vida lo denominamos Observador. Observador es todo aquel que opera desde el lenguaje realizando distinciones.

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Entendemos por distinción una operación que requiere lenguaje y que permite al observador separar, aislar algo de un trasfondo. Si uno no distingue nada, la realidad que observa estaria constituida por una mezcla de colores difusa, un mar de pixels. De ese mar, podemos distinguir formas y atribuirles significados operando en el lenguaje, eso es, distinguiendo. Imaginad el mundo que debe ver un bebe humano que todavía no puede distinguir ya que no tiene lenguaje. Un conjunto de percepciones visuales o auditivas caóticas, sin significado.

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“No hablamos de aquello que vemos, sino que sólo vemos aquello de lo que podemos hablar”


F. Kofman

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El problema de la dificultad de comprensión del fenómeno que nos ocurre es que, generalmente, no somos consientes de ese fenómeno y vivimos nuestra vida como si las cosas estuviesen allí de manera independiente de nuestro operar como observadores. Es decir, nuestro operar como observadores que distinguimos lo que distinguimos es tan invisible para nosotros mismos como el agua para el pez, por cuanto ha nacido y vivido permanentemente en ella.

Lo que los seres humanos llamamos “lo real” o “realidad” no es algo que está allí fuera independiente de nosotros, sino que nuestra realidad o, mejor dicho, lo que se hace real para nosotros, es lo que somos capaces de distinguir en cada momento particular. Por tanto uno ve lo que ve, escucha lo que escucha y percibe lo que percibe, lo demás no existe para él o ella.

Siendo esto así, diferentes observadores viven operacionalmente en mundos diferentes, actúan de modos divergentes y, consecuentemente, obtienen resultados diferentes en sus vidas.

Si nos tomamos esta reflexión en serio y miramos nuestras vidas y nuestro modo de estar en ellas, nos hacemos conscientes de qué pasa cuando uno está consciente de esto o no, y el diferente tipo de vida que uno vive en uno u otro caso.

En nuestra cultura, en general, nada nos lleva a tomar consciencia de ello, ya que nuestro modo habitual de movernos es el de pensar que lo que percibo es lo que es. La manera de denominar el fenómeno es muestra de ello: PERCIBIR, del latín PER CAPIRE (POR CAPTACION). De algún modo distinguimos ese fenómeno del conocer como la captación de algo que está allí fuera. Este es el modo primario de actuar. Es decir, de alguna manera, pensamos explícita o implícitamente que tenemos la capacidad intrínseca de percibir, de captar el mundo que está allá fuera tal y como éste es. Eso condiciona de modo sustancial nuestra relación con otros seres humanos y tiene consecuencias en nuestras vidas.

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“Todo aparece en el observador como consecuencias que se desprenden de haber hecho una distinción”


Niklas Luhmann

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En el ámbito de las relaciones humanas, cuando interactuamos con otra persona, inevitablemente, al observar su actuar, generamos juicios sobre el/ella. Distinguimos en esa persona ciertas características y, a partir de ellas generamos interpretaciones sobre su manera de ser, sobre su personalidad, sobre su carácter, sobre su moral o competencias o incompetencias que tiene. Ese es nuestro modo habitual de operar. Pensemos también que las distinciones que hacemos acerca de alguien están condicionadas, como no puede ser de otra manera, por nuestras emociones en el momento de distinguir.

La dificultad relacional puede aparecer cuando pensamos que lo que nosotros hemos distinguido está en esa persona, forma parte de su “ser” y nada tiene que ver con la operación de distinción que yo, y solo yo, he realizado sobre ella. Suele suceder también que, una vez hecha la distinción sobre esa persona, ésta, por decirlo de algún modo, se estabiliza y se consolida, de modo que cada vez que observamos una nueva conducta en esa persona, inconscientemente, la observamos desde el mismo prisma de esa distinción previa. El resultado de lo nuevamente percibido (distinguido) confirma de nuevo nuestro juicio inmovilizando a la persona juzgada y evitando que pueda ser otra cosa ante mis ojos. En este punto clausuramos las posibiliad de cambio, de transformación de esa persona.

Si a alguien de nuestros conocidos, por lo que sea, lo distinguimos en su día como “idiota”, generalmente cualquier cosa que haga, al menos en su gran mayoría, las percibiremos como idioteces. Si hace una broma, si cuenta un chiste, ese será, en general nuestro juicio. Podría bien ser que esa misma broma, en labios de la persona que nos cae bien, nos hiciese reír.

Esa estabilización de nuestra manera de distinguir a esa persona no posibilita su cambio hacia otra manera de ser, principalmente ante nuestros ojos. Si esto nos pasa con un niño y somos una autoridad para él, su mirada sobre sí mismo estará teñida por nuestra influencia. Él configurará su YO distinguiéndose a sí mismo de esa misma manera. Podemos imaginar las consecuencias que eso puede tener en la vida de esa persona.


En base a eso en nuestra cultura nos aferramos a certidumbres y verdades. Al creer implícitamente que tenemos la capacidad de acceder a lo real, a saber cómo las cosas son, nos proporciona la sensación de certidumbre. Ello resulta frecuentemente en un problema relacional.

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“La gente piensa que piensa cosas, y tambien piensa que sabe cosas. Sería útil que le prestara atención a la cuestión de si saben lo que piensan y si saben lo que piensan que saben”

Idries Shah

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¿Qué pasa si en condiciones en las que uno sabe como las cosas son, otro observador afirma que las cosas no son como decimos?

Si pensamos que la realidad es UNA y que tenemos la capacidad de percibirla tal y como esta es, uno de los dos necesariamente está equivocado. Y no solo eso, sino que el otro se convierte en una amenaza, ya que su posición cuestiona nuestra certidumbre de saber como las cosas son. Hagámonos conscientes, pues, del tipo de relaciones se establecen entre dos personas cuando lo que esta en juego es LA VERDAD. Relaciones de exigencia y negación mutua que pueden resultar en dominación y sometimiento. Solo debemos mirar el mundo en que vivimos y lo que está sucediendo (guerras, disputas, pobreza, etc) para darnos cuenta que esa modo de entender el ser humano nos ha llevado a actuaciones que generaron esos resultados.

El cambio epistemológico pasa por entender el ser humano de otra manera, aprender a soltar certidumbres, verdades, a las que estamos apegados y que nos impiden reflexionar. Si entendemos que no tenemos cómo acceder a una realidad independiente de nosotros, eso es, de manera “objetiva”, entendemos que no existen verdades absolutas, i en ese contexto, en palabras de Maturana, esa pretendida objetividad que uno puede atribuirse no es más que un argumento para obligar al otro a hacer lo que yo digo. Por el contrario, en aceptar que uno nunca puede saber efectivamente cómo las cosas son, implícitamente está abriendo un espacio para la conversación, para la legitimidad del otro aún en la discrepancia.

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“La certidumbre niega la reflexión, el saber te ancla, porque en tanto sabes no reflexionas”


H. Maturana

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Si esto es así, nos debemos dar cuenta que si bien, como afirmamos desde el Coaching Ontológico, todo cambio pasa por un cambio en la acción, creo que debemos hacer especial énfasis en la acción más importante de todas que realizamos como seres humanos al operar en el lenguaje: Distinguir.

Nuestros cambios más importantes, más fundamentales, más transformadores en nuestra vida van a provenir de tomar conciencia de lo que acabo de desarrollar. Que el mundo que percibimos no lo percibimos tal y como es en sí, sino que distinguimos lo que distinguimos, y que cuando uno encuentra dificultades en avanzar en su vida tenemos a mano el recurso de volver la mirada hacia nosotros mismos y preguntarnos:

¿Cómo estoy distinguiendo el mundo, las personas, las cosas, a mí mismo tal que encuentro problemas y dificultades en mi vida?

Ese cuestionamiento propio nos otorga una libertad y a la vez un gran poder. Si mi realidad, mi vida y mi mundo la constituyo yo mismo en mi modo de distinguir operando como observador, ese modo, al pertenecerme, puedo cuestionarlo y cambiarlo.

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“Nada ha cambiado, solo yo he cambiado, por tanto todo ha cambiado”


  Marcel Proust

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Para acceder a ese poder, la invitación està en aceptar las siguientes premisas fundamentales como modo de vida:

  • Que los seres humanos operamos en el lenguaje como observadores realizando distinciones
  • Que las distinciones que hacemos tienen que ver con nosotros (Emociones, lenguaje, disposiciones corporales)
  • Que lo que yo llamo REALIDAD es tan solo el conjunto de distinciones que alcanzo hacer a partir del tipo particular de observador que soy en cada momento.
  • Que los seres humanos no podemos saber “objetivamente” cómo las cosas son. Solo puedo saber lo que soy capaz de distinguir y saber cómo interpreto lo distinguido.
  • Por tanto, diferentes observadores distinguen diversas realidades, y esas pueden ser diferentes pero igual de legítimas sin que ninguno de los dos pueda atribuirse un acceso privilegiado a “la realidad”.

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«The believe that one’s own view of reality is the only reality is the most dangerous of all delusions»

Paul Watzlawick

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En mi opinión, para ser Coach Ontológico efectivo precisamos integrar esta reflexión. Nuestros alumnos del Curso de Certificación en Coaching Profesional, durante su formación, muchas veces ponen gran parte de su atención e interés en aprender las diferentes competencias que trabajamos: Escuchar, indagar en el otro/a, generar contextos, diseñar conversaciones etc. sin duda todas importantes, pero demasiadas veces “olvidan” los postulados básicos desde los que se construye el edificio Ontológico. Esos cimientos revelan una nueva epistemología, una nueva manera de entender el mundo y al ser humano. Si no ponemos atención en eso, si nos centramos solo en práctica del Coaching, nuestra disciplina será de corto alcance y discretos resultados.

El entender cómo los seres humanos operamos en el lenguaje y cómo desde allí, a través de nuestras distinciones, creamos nuestra realidad, nuestras relaciones y nos creamos a nosotros mismos, nos abre un mundo de posibilidades para nosotros y para las personas a las que asistiremos en procesos de transformación.

 

Sergi Cunill i Escriba

Coach Ontológico Profesional

Socio Director de Claro consulting

sergi@claroconsulting.es


mayo 2012

(*) Maturana y Varela afirman que para mostrar y poder comprender el fenómeno del lenguaje debemos mostrar un ejemplo mínimo para así darnos cuenta de lo que constituye al fenomeno. En el artículo afirmamos con ellos que dicho fenómenno se produce sólo cuando se actúa en coordinaciones de coordinaciones de acciones consensuales. Por ejemplo, si yo llamo a mi madre: “¡Mamá!”, ella me mira y nuestras miradas se encuentran, a partir de ese momento se ha establecido una coordinación entre nosotros, estamos conectados. Si en ese momento yo no hago ni digo nada más, nada más pasa. Pero si, por el contrario, en el momento en que estamos conectados (primera coordinación) hago algun gesto (por ejemplo, señalar enérgicamente con mi dedo la puerta) ese gesto se monta sobre la primera coordinación, es decir, el segundo gesto es una coordinación que coordina la primera coordinación. Si esto se produce, en ese momento aparece algo nuevo. Ese algo es el fenómeno del lenguaje en un ejemplo mínimo. En este ejemplo el mensaje es claro: “¡¡Fuera de mi habitación!!”  

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