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Amor y Coaching Ontológico
Posted on 20 septiembre 2012

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“El verdadero viaje de descubrimiento no consiste en buscar nuevos territorios sino en tener nuevos ojos.”

 

Hace años, en Chile, un científico se atrevió a hablar del amor como parte de su argumentación científica. Un planteamiento bonito, sin duda, pero muchos le acusaron de que eso no era ciencia.

Yo, curioso ante ese debate, me acerqué a la obra de ese científico, el biólogo chileno Humberto Maturana (1), y como resultado de esa incursión se amplió mi mirada y la comprensión sobre lo humano de formas que ni tan siquiera hubiese podido imaginar.


En otros artículos de este blog (3) hablé de cómo los seres humanos, a través del lenguaje generamos la realidad que cada uno de nosotros vive. Las cosas aparecen en nosotros en base a lo que somos capaces de distinguir a medida que observamos el mundo. Por tanto, de alguna manera estamos diciendo que en realidad nada es “en sí”, sino que lo constituimos al distinguirlo.

Desde esa perspectiva no cabe preguntarse por “¿qué es el amor?” como buscando con esa pregunta un ser trascendente, una idea inmutable, sino que esa perspectiva que les anunciaba nos lleva a otro tipo de pregunta que amplia el entendimiento. Si nada es “en sí”, deberíamos poder reformular la pregunta:

¿Qué es el amor?

Por una pregunta del tipo:

¿Qué distingo yo en mi vida cotidiana cuando uso la palabra amor, amar, querer, etc.?

Ese cambio de pregunta no es trivial y nos lleva sin duda a un entendimiento más profundo del fenómeno. Cuando hablo de distinguir en lo relacional, estoy hablando de distinguir conductas.

¿Y cuales son, pues, aquellas conductas que me evocan esa emoción fundamental?

Sé que no les estoy hablando de nada que ustedes no sepan ya, todos hemos vivido y sufrido, como seres humanos que somos, ese tipo de experiencias:

Desde el niño que pide a su madre no ir más a la escuela por que la maestra nunca le ve cuando levanto la mano para hacer una pregunta, o porque los otros niños no quieren jugar con él; la esposa que le dice a su marido que ya no la quiere por que se cambio el peinado y el vestido es nuevo y él ni tan siquiera se dio cuenta; el empleado que se frustra amargamente por que su jefe nunca le agradece las horas extra que invierte voluntariamete en su trabajo, etc.

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Fíjense en que, si analizan con detenimiento, en todas esas situaciones hay un denominador común que tiene que ver con sentirse o no sentirse vistoen tener o no tener presencia para el otro/a.

En resumen lo que están sufriendo estas personas tiene que ver con las siguientes igualdades:

No me ve         –>    No me quiere

No me escucha     –>    No me quiere

Maturana define el amor de la siguiente manera:

 “El amor, como emoción biológica fundamental, son aquellas conductas relacionales en los que el otro/a (o uno mismo) surge como legítimo otro en el encuentro con uno”

Legítimo tiene que ver con no tener que disculparse por lo que uno es. Con no sentirse juzgado, condenado o negado, sino aceptado incondicionalmente.

Por tanto esa definición nos abre la mirada a la comprensión del fenómeno en tanto nos damos cuenta que eso del amor no es algo particularmente especial que tenga que estar encumbrado en un pedestal, sino que es algo cotidiano, algo que está presente (o falta) en cada momento de nuestra vida cotidiana:

En un ejemplo trivial, cuando yo aguanto una puerta para que pase otra persona primero, ¿Qué estoy haciendo? Bueno, primero verla, si no la veo no puedo hacer eso, y lo segundo es actuar en relación a ella de tal modo que el otro/a siente que no solo la veo sino que también legitimo su espacio de existencia, su presencia. Si la veo y le suelto la puerta en la cara, eso segundo no existiría.

En general, mis alumnos, cuando escuchan eso aluden a que eso es buena o mala educación sin ser conscientes que muchas de esas conductas que aprendemos de pequeños bajo la etiqueta de “buena educación” están fundamentadas justamente en esta emoción biológica: el amor, y eso es así por que esa emoción, en palabras de Maturana, es la emoción que funda lo social.

Así, con esta nueva mirada, entendemos que si el amor tiene que ver con sentirse visto, con tener presencia para el otro/a, la emoción contraria al amor nunca es el odio. La emoción contraria al amor es la indiferencia. La indiferencia es ciega. Siempre será mejor una miradita de odio que la total indiferencia. De donde viene sino ese dicho “!que hablen de uno, aunque sea mal!”.

Les pido que se detengan aquí la lectura un momento. Que se regalen un minuto. Piensen ustedes, durante ese minuto, en que momento de sus vidas han sufrido, les han herido, se han sentido exigidos, se han frustrado o hasta indignado, piensen, por ejemplo, en el colegio, con sus parejas, en el trabajo con jefes o compañeros… concluirán conmigo que en la mayor parte de esas situaciones, de alguna manera u otra son circunstancias donde no se han sentido vistos, reconocidos, escuchados, tenidos en cuenta, en definitiva, se han sentido negados y no legitimados.

Pienso pues, que si cultivamos espacios en nuestras vidas cotidianas, en nuestras relaciones, en nuestro equipo de trabajo, con nuestros hijos, etc., en las que esta faltando esa emoción fundamental, nosotros sufriremos y, desde luego, haremos sufrir a quienes nos rodean.

¿Estoy reconociendo explícitamente los éxitos de mis colaboradores, de mis hijos? ¿Las personas que me rodean se sienten vistas, escuchadas y legitimados por mí? ¿Acepto la legitimidad del otro/a aún en la discrepancia? ¿Vivo en la aceptación o en la continua negación del otro/a?

Son preguntas reflexivas que uno puede hacerse, y que si lo hace, a uno le cambian, le cambian a el/ella, cambian sus relaciones y con ello su mundo.

La magia en el Coaching

¿Porqué funciona el Coaching?, ¿Porqué dicen que el Coaching, sin ser una terapia, es terapéutico?

Yo tengo mi opinión particular, y más allá de las competencias técnicas que ejercemos como coaches, sin duda importantes, pienso que lo esencial es nuestra disposición para el asistir al otro/a, a escucharle con todos nuestros sentidos, completamente, a no juzgarle ni condenarle bajo ninguna circunstancia, y a legitimarle sea cual sea su dificultad, problema o sufrimiento que cargue.

Fíjense ustedes que nos encontramos de nuevo ante lo mismo, todo eso que hacemos como coaches hacia nuestros clientes esta fundado en esa emoción fundamental de la que les vengo hablando en este artículo.

Solo con hacer eso, nuestro cliente va a sentirse mejor, el poder estar en una conversación en el que puede exponer espacios íntimos de su vida y sabe que se le escuchará, se le verá, donde se le aceptará incondicionalmente y legitimará, eso es de por sí, sanador.

El Coaching Ontológico parte de unos postulados fundamentales que definen su marco ético (2). Las ideas que contienen esos postulados definen un particular tipo de relación que va a establecerse entre el coach y su cliente y que quiero destacar y contraponer a otras maneras de hacer Coaching de las que nosotros estamos muy alejados:


Instruir –> asistir, acompañar

La posición que ocupamos como coaches respecto a nuestro cliente es a su mismo nivel. No estamos por encima de él o ella, no sabemos más, sino que simplemente tenemos una mirada diferente sobre sus circunstancias. La mirada desde la igualdad es una mirada de respeto, de legitimidad, desde la curiosidad. El que instruye lo hace desde una posición superior de saber, el que asiste lo hace desde una legitimación y aceptación absoluta de las circunstancias de su cliente, al que acompaña en un proceso de cambio.

Verdad –> interpretación

Desde nuestra perspectiva no existe el concepto de verdad absoluta. Lo que generamos los seres humanos son interpretaciones. Cada pregunta tiene pues múltiples respuestas posibles, que podremos elegir entre ellas, no por su contenido de “verdad”, sino por las posibilidades que nos abre o nos cierra cada una de ellas.

Aceptando que no existe una verdad, el coach difícilmente caerá en la tentación de imponer una respuesta, y esa misma creencia le permite escuchar otras interpretaciones sin negarlas ni desacreditarlas a priori.

Imponer –> Respetar

En el Coaching Ontológico, el coach no impone nada. El cliente es amo y señor de su destino. Es el/ella que decide dónde quiere llegar y nosotros estamos a su servicio para acompañarle. Este punto surge como consecuencia de la aplicación del punto anterior.

Abuso –> cuidado

En definitiva, nuestra prioridad en una interacción de Coaching es cuidar de forma irrestricta a ese ser humano que nos otorga el privilegio de asistirle en un proceso de transformación. No atender a eso seria abusar.

La magia del Coaching Ontológico es en gran parte por que esta fundada en esa emoción fundamental, el amor por el ser humano, y que somos muy conscientes de ello ya que surge del marco ético, que he intentado resumir, y del que nos hemos dotado para ejercer esta maravillosa profesión.

(1)    H. Maturana y G. Verden-Zöller. “Amor y juego: Fundamentos olvidados de lo humano”. J. C. Sáez Editor, 2003

(2)    Echeverria, R. “Conferencia: Jornadas Profesionales de Coaching” ICF-ESADE. Barcelona 2007

(3)    Cunill, S. “Coaching Ontológico: Bases para una nueva epistemología”. Blog junio 2012

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